lunes, 3 de mayo de 2010

Un Tesoro en Alcobendas (II)

Sin frenarnos en absoluto, continuemos con la visita.

Lo siguiente que encontramos es una tierna escena en la que una pareja de ornitomímidos cuidan a su cría (cuyo esqueleto está algo incompleto). En este caso, se trata de Gallimimus, posiblemente el más famoso de los conocidos "imitadores de aves". El Gallimimus ha sido a menudo citado como el dinosaurio más veloz que jamás existió, compitiendo en este puesto con otros ornitomímidos y algunos pequeños terópodos. De hecho, la constitución era de lo más apropiada, no hay más que ver sus finos y esbeltos huesos, que hacían que los 6 metros que medía el bicho no llegaran a pesar ni siquiera media tonelada. Además de sus largos huesos metatarsianos, que le darían una gran movilidad al tobillo. Su tamaño, cuando lo ves en vivo, impacta bastante, pues como corredor siempre de lo imaginas un poco más pequeño de lo que realmente es. Cuando miras su peculiar cráneo y sus largos brazos se te vienen a la cabeza las numerosas incógnitas que rodean a los ornitomímidos, algunas parecidas a las del Oviraptor.



Algunos huevos de dinosaurio se exponen en una vitrina al lado de los Gallimimus, y aunque creo recordar que estaban sin identificar (lástima que no le saqué una foto al cartelito), no hace falta conocer a quién pertenecen para admirar su gran valor histórico. Aunque apenas sé nada sobre huevos, me aventuraría a decir que el grupo 3 (foto) pertenecía lo más seguro a un terópodo (un ornitomímido o un celurosáurido), y el grupo uno tiene toda la pinta de huevos de saurópodo, debido a su forma esférica.


Al otro lado de la vitrina podemos contemplar un esqueleto montado de Anserimimus, otro ornitomímido de menor tamaño (3m) cuya perfección de los huesos me hizo pensar que ese no era original. En cualquier caso, es fantástico admirar sus garras rectas y su largo cuello. Si bien todos los ornitomímidos disponían de brazos largos y delgados, en el Anserimimus esta característica es tan exagerada que se considera el imitador de ave con los brazos más largos en relación al cuerpo.


Un poquito más adelante podemos disfrutar de uno de los fósiles más enigmáticos jamás conocidos, los enormes brazos del Deinocheirus. Este desconocido dinosaurio parece ser que fue un ornitomimosaurio, pero muy peculiar, pues sus grandes extremidades anteriores llegaban a los 2'4m de longitud, y por desgracia no concemos más partes de este impresionante dinosaurio, cuyas reconstrucciones nos dejan a todos boquiabiertos. Desde luego, era un animal muy grande, de más de 10m de longitud y posiblemente herbívoro, pues aunque cueste creerlo, sus extremidades más que para matar parecían estar diseñadas para mover vegetación o para defenderse, en un caso bastante similar al del también presente en la exposición y no menos enigmático Therizinosaurus.


En un estante muy cercano, tenemos un par de esqueletos de Psittacosaurus, dándose la espalda, ambos de la misma especie, quizás la más común (P. mongoliensis). Este pequeño animalito es evolutivamente importante, pues se trata del principal y más famoso antecesro de los fantásticos ceratópsidos como Pentaceratops y Styracosaurus. La protuberancia ósea de la mejilla de este pequeño dinosaurio bípedo constituyó la clave para que los científicos desvelasen que se trataba de ese abuelo de las caras con cuernos. Por si alguien duda, el enorme pico córneo del Psittacosaurus se encargaba de arrancar las planatas que luego masticarían lo numerosos dientes de sus mejillas.


Un dinosaurio un poco más evolucionado es Protoceratops, cuya gola está ya desarrollada y le cubría todo el cuello, la posición cuadrúpeda también estaba presente y el enorme pico córneo seguía aumentando su tamaño. Aunque no medía mucho más que el Psittacosaurus (unos 1'5-2m de longitud) su peso sin duda aumentó mucho debido a los rasgos antes mencionados. Este ceratopsio llamado "la oveja del cretácico", fue la principal presa del Velociraptor, y aunque no dispusiera de cuernos, ya podía librar épicas batallas contra el pequeño dromeosáurido. Aquí en la exposición podemos ver un par de individuos completos y dos cráneos aislados, de los cuales uno pertenecía aún a una cría.



Para finalizar esta segunda parte (que no la exposición), observamos ahora lo que nos ha quedado del Therizinosaurus, un asombroso terópodo que se incluye en su propia familia, Therizinosauridae. Tal vez el aspecto general del animal pudo ser semejante al del Deinocheirus, pero los rasgos del Therizinosaurus son en el fondo muy distintos, y le alejan bastante de ser un ornitomimosaurio. Además, las garras del Therizinosaurus son algo más largas y curvas que las del Deinocheirus. Otro dato que diferencia a los dos "brazudos" es que del Therizinosaurus al menos disponemos de dientes que parecen asegurarnos de que su dieta era herbívora, con el Deinocheirus sólo nos basamos en la especulación. Otros 12m y más de 4 toneladas debió de pesar, según estimaciones no muy fiables, el gran Therizinosaurus.


Así, con estas enormes garras del tamaño de una espada, me despido hasta la tercera y última parte de Un Tesoro en Alcobendas.

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